lunes, 29 de junio de 2015

Mis heridas, mis aprendizajes

Recientemente tuve la oportunidad de realizar una serie de sesiones de Bienestar personalizadas con una chica quien  "descubrió" que sus viejas heridas, esas que están escondidas, se le convirtieron en un saco enorme de miedos, tristezas y culpas. Cuando las heridas no sanan  correctamente se cargan por largo tiempo. Y es justamente el tiempo el mejor aliado para hacer que las cicatrices que dejan las heridas se borren, desaparezcan, o se aclaren. Y es igual para heridas físicas o del alma.

Por Eleonora Zuleta Patiño (“>) 


Para quienes como yo han tenido la oportunidad de lucir en su cuerpo infinidad de cicatrices por múltiples motivos, saben que en oportunidades y etapas de la vida se convierten en un verdadero dolor de cabeza, en un atentado público contra el estima de cada persona y en una excusa para ocultarnos. 

Algo similar sucede con las heridas del alma. Solo que en este caso, las consecuencias son a largo plazo. Las heridas del alma se producen por múltiples razones: un duelo, un abandono, un grito, un maltrato psicológico. 

Cuando ellas ocurren, generalmente se ocultan y es en un plazo muy lejano cuando comienzan a aflorar y a hacer de las suyas. Estas heridas, con cicatrices profundas, son las causantes de muchas frustraciones, desánimos, baja estima, miedos, inconstancias, culpas. 

Pero al igual que las cicatrices de la piel, que nos recuerdan algunos de los aprendizajes más interesantes de nuestras vidas. Y va a depender de la madurez e inteligencia emocional que poseas para verlas, incluso, con amor.

En el caso de las heridas del alma, lo importante es contar con la valentía de reconocerlas y buscar la ayuda adecuada para afrontarlas. Y una vez hecho esto, comenzará el proceso de sanación de adentro hacia afuera. 
La oportunidad vivida con una chica a quien le dí terapia, le permitió remover esas heridas y reconocer en ellas su origen, y luego de unas semanas, encontró en ellas un aprendizaje único y enriquecedor. La volvieron más fuerte ante ciertas circunstancias. 

Cuando hablamos de heridas físicas, en la piel, ellas nos dejan huellas  marcan. En mi caso, y puedo hablar solo por mi, tengo una enorme cicatriz de un queloide en mi pecho, por años  no pude usar camisetas con descotes, pues era motivo de vergüenza. Hoy día, con el paso de los años , el tratamiento médico adecuado, y una buena actitud, ya ni me acuerdo de ella. y si alguien me pregunta, pues ahora hasta le saco provecho...

Sin importar si la herida es física o del alma lo principal es: 
  • Contar con la ayuda profesional adecuada
  • Dejar que el tiempo haga su labor
  • Buscar el lado amable de ellas
  • Saber que ellas dejan un aprendizaje
  • Hacerles frente y dejarlas ir
Desde mi punto de vista, aprender a tener una actitud positiva, facilitará el proceso de vivir y trascender con las heridas y hará más fácil el reconocer el aprendizaje que nos deja. 

Nos leemos en una próxima entrega

(“>) Eleonora Zuleta Patiño
    Hija de Dios. Mujer. Aprendiz de la Vida.
     Fundadora de Reír es Vivir
    Maestra Practicante en Bienestar y Alegría
    Miembro Experto del Consejo Universidad Virtual de la Risa (LOU) 
    Maestra Avanzada Practicante en Yoga de la Risa.
    Profesora de Yoga para Niños  y Familias
    Facilitadora Internacional en Manejo de Grupos
    Licenciada Comunicación Social
   Técnico en Publicidad