lunes, 26 de octubre de 2015

De buenas y malas palabras... ¿buenas o malas?


Me quedé pensando un instante mientras mis ideas se ordenaban para escribir esta entrada, sobre si existen buenas o malas palabras... y sigo pensando. Sin embargo, considero que en realidad lo que existe es intención, energía detrás de las palabras. Según recuerdo cuando estaba en la escuela, mi querida Maestra María de Gámez, en cuarto grado siempre nos decía: "no se dicen malas palabras en clase pues contamina el salón". Después, más grandecitos en quinto grado , nos decía que "las groserías son palabras altisonantes". Y en sexto grado nos decía, "las palabras soeces son usadas por personas mal educadas y que casi nunca tienen la razón". Lo que sí estoy segura es que las palabras que se usan para insultar a otra persona traen consigo una energía negativa que impacta al que la dice, al que la recibe y al ambiente alrededor. 





Bien sea que se digan, escuchen o vean, las malas palabras tienden a contaminar a cada persona. Dicen algunas teorías que incluso generan energías negativas que se quedan en el ambiente.

Desde niños estamos escuchando a las personas adultas hablar con gran cantidad de groserías, de malas palabras, de frases y palabras de doble sentido, en fin, un repertorio enorme. Que a veces ni sé como caben en una boca tan pequeña. Pero lo más triste es ver a infantes de menos de 6  años repetirlos como si de algo normal y hasta gracioso se tratara. Suena muy mal. Tiene razón mi Maestra María.

Muchas veces creemos que mientras más groserías digamos, más fuertes o más valientes somos. Este caso lo podemos observar también en las empresas o fábricas donde los trabajadores miden su "hombría" según el tamaño de la grosería o improperios que dicen. Las groserías o palabrotas suelen ser usadas en muchos casos como palabras comodín, para dar nombre a una situación o persona en un momento determinado. Sin embargo, hay millones de palabras en el diccionario. Decir muchas groserías puede ser también una muestra de la poca cultura de muchos. Si bien en hombres se ve de muy mal gusto, cuanto mayor es en el caso de las mujeres y jovencitas. 

Pero lo anterior no necesariamente tiene que ver con el nivel socioeconómico o poder adquisitivo de una persona. He visto con personas de mucho dinero que hablan de un mal... que provoca salir corriendo. Lo he hecho. 

Si bien es cierto que a veces uso alguna palabra altisonante, ya es mucho menor la incidencia. y esto se logra poniendo atención a lo que hablamos y estar en tiempo presente, estar consciente de lo que hablamos, decimos, y lo que hacemos. 


El Gibberish y otros recursos
Hace un tiempo conversaba con mi amiga Elizama en su programa de Radio, que en lugar de decir groserías bien se puede hacer uso de nuestra imaginación para sustituirlas. Por ejemplo: 

  • Respira profundo y cuenta hasta 10
  • Sustituye la grosería por un número de al menos cinco cifras pero ponle emoción.
  • Habla en un idioma ininteligible, como lo hacen los bebés, eso es el Gibberish.
Un caso de mi vida real: en Venezuela es muy, pero muy común que corten la electricidad sin previo aviso y sin saber por cuanto tiempo. Bajo esa circunstancia es muy usual escuchar la GRAN GROSERÍA en todas las casas. Pero hace un tiempo, decidí cambiar. Y lo que hice fue, en lugar de decir el improperio decidí cantar el coro de la canción de Juanes "se fue la luz en todo el barrio". El impacto ha sido genial. Los niños y jovencitos de la cuadra me escucharon como tres veces en eso en una semana, y ahora ellos mismos son los que lo cantan cuando "se va la luz".



Las palabras son solo eso, palabras, pero es la intención que le imprimas las que hacen que sean buenas o malas. No obstante, hasta en la Biblia se hace mención al poder de la palabra.